viernes, 13 de junio de 2008


Ivo Andrić


(Dolac (Bosnia, Imperio Otomano), 1892 - Belgrado (Yugoslavia), 1975). Escritor yugoslavo. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1961 "por la fuerza épica con la que ha reflejado temas y descrito destinos humanos de la historia de su país".




Biografía

Ivo Andrić nació el 9 de octubre de 1892 en Dolac, Bosnia-Herzegovina de padres croatas. Comenzó sus estudios en Sarajevo y continuó en las Universidades de Zagreb, Cracovia, Viena y Graz.
Durante la
Primera Guerra Mundial fue detenido por las autoridades austríacas debido a sus actividades políticas revolucionarias. Después de su encarcelamiento publica Ex-ponto, donde Andrić describe la vida como una gran cárcel dominada por el miedo, el sufrimiento y la soledad.
Una vez finalizada la
Primera Guerra Mundial entró en el servicio diplomático erAlemania. Al estallar la Segunda Guerra Mundial presentó su dimisión y regresó a Belgrado.
Durante la
Segunda Guerra Mundial escribió tres novelas La crónica de Travnik, La joven Dama y Un puente sobre el Drina en las que narra la vida, costumbres y hazañas de su Bosnia natal y de sus habitantes. En ellas, Andrić describe la historia de Bosnia desde su conquista por los turcos, en 1389 hasta la creación del Estado yugoslavo, después de la primera guerra europea.
Aunque vivió en
Roma, Bucarest, Madrid, Ginebra y Berlín, fue su provincia natal, Bosnia, con su historia, su folclore y su variedad étnica, cultural y religiosa, la que le proporcionó los temas que se encuentran en sus obras. Sin embargo se consideraba a si mismo un escritor yugoslavo.
Cuando le fue concedido el
Premio Nobel de Literatura en 1961, el comité alabó en particular "la fuerza épica" con la que describió los destinos humanos afectados por la Historia de su país, sobre todo en su obra Un puente sobre el Drina.
Murió el
13 de marzo de 1975 en Belgrado, entonces capital de la República Federal Socialista de Yugoslavia (hoy capital de la República de Serbia).

jueves, 12 de junio de 2008





UN PUENTE SOBRE EL DRINA - Ivo Andric



Publicado por RodrigoIvo Andric




connotado escritor de origen bosnio (1892-1975), creó en los años de la Segunda Guerra Mundial una trilogía novelística denominada ‘de los Balcanes’. Del primero de sus títulos, ‘Crónica de Travnik’, ya hay gran reseña en Hislibris. Esta es la presentación del segundo: ‘Un puente sobre el Drina’.
Drina es el nombre de un río que desde antiguo ha hecho de frontera natural entre Bosnia y Serbia. En el siglo XVI, cuando la región circundante conformaba una provincia adscrita al imperio turco, el visir que la gobernaba decidió construir un puente sobre dicho río, a la altura de la ciudad de Vichegrado. La presente novela cubre los cuatro siglos que van desde la construcción del puente hasta el período inicial de la Primera Guerra Mundial.
Se trata de una obra de ficción con basamento en hechos históricos. Su registro es episódico, alternando la anécdota y el drama. Andric es un estupendo fabulador, de modo que en ‘Un puente…’ ni lo dramático degenera en patetismo ni lo anecdótico en banalidad. Nunca sus materiales, aquellos de los que se vale el autor, llegan a degradar el alto nivel del todo. Mi impresión es que Andric advierte en cada situación un indicio de sentido –de la vida, del mundo, del ser del hombre-, sin que esto signifique que la novela abunde en filosofías (como no abunda en simbolismos). Acaso hiciera una muy certera selección de lo que, a su juicio, merece ser contado en unas crónicas (mayormente ficticias, cómo éstas de la ciudad de Vichegrado). El caso es que ninguno de los episodios que componen la novela adolece de gratuidad, y todos ellos sortean con éxito los riesgos de la sordidez y el melodrama.
Cada personaje y cada sucedido, cual sea el volumen que ocupen en el conjunto, son útiles al propósito de plasmar la dignidad de lo humano, así como la futilidad de toda soberbia (ideas ambas, directrices en el plan de la obra). Por momentos parece que el relato discurriese por la senda ejemplarizante de cierta literatura, mas enaltecido por la ausencia de moralinas y de sentencias edificantes. He ahí, por ejemplo, el personaje de lamentable estampa cuyo destino es el de ser bufón del pueblo: incluso él en su miseria puede disfrutar un asomo de gloria, cuando le celebran la pequeña aunque temeraria proeza de bailar sobre el parapeto del puente. O aquel dignatario musulmán, presunto erudito y cronista de la ciudad, en realidad un fatuo ignorante: los hechos más notorios –tal como la conquista austro-húngara de la provincia- empalidecen ante su convencimiento de que nada sería más importante que su propia persona; así pues, sus pretendidas crónicas no pasan de unas cuantas páginas de cuadernillo.
Si el puente aparece como escenario privilegiado de la novela, su kapia (una terraza provista de graderíos a mitad de la construcción) es a la vez hito y epítome de la historia de Vichegrado -tanto la Gran Historia como la pequeña, la del hombre común-. En la kapia se reúnen a diario ociosos y opinantes de lo divino y de lo humano. Allí se comentan noticias y se cierran negocios, y refuerzan los vichegradenses sus vínculos sociales. Desde la kapia se arroja al río la bella a la que han desposado contra su voluntad. Ahí se le ha aparecido a un jugador compulsivo el Gran Engatusador, que lo ha curado de su mal pero también le ha robado su vitalidad. Sobre sus piedras consuman los juerguistas grandes borracheras, y las nuevas generaciones de estudiantes filosofan sobre el mundo y rivalizan en amores. Es en una losa de la kapia donde se emplazan bandos y proclamas oficiales (del gobierno turco primero, luego del poder habsburgo). En esta terraza se instalan las guardias que controlan el paso de viajeros y transeúntes. En postes erigidos de propósito exhibe el ejército turco cabezas de rebeldes serbios –también de inocentes que han tenido el infortunio de hacerse sospechosos al arbitrio otomano-. En la terraza discuten los musulmanes, ya en el siglo XIX, las medidas a seguir para enfrentar el avance de las tropas cristianas. Y es en ella que un comité representativo de las tres religiones de la ciudad (musulmana, ortodoxa y judía) recibe al victorioso ejército austro-húngaro –y sufre el desdén de su altivo comandante-.
El puente es también testigo y víctima del cambio de los tiempos. Nacido como fundación pía por voluntad de un gobernante islámico, conforme transcurren los siglos su significado religioso pierde relevancia, para terminar cediendo frente al utilitarismo y pragmatismo de los días de la modernidad (llegada con el dominio habsburgo). Estupefactos, los musulmanes de Vichegrado observan lo que ellos consideran característica inquietud y laboriosidad de los occidentales, manifiesta en los ingentes trabajos de reparación del puente. Pero también constatan –desde el prisma de los más ancianos y testarudos de entre aquellos- la malicia e impiedad del eterno enemigo, al enterarse de que los austríacos han instalado una carga explosiva en la emblemática edificación.
Entrado el siglo XX, el país será un enorme campo de batalla en que se batirán los ejércitos de imperios decadentes y de incipientes estados. Si durante las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 en Vichegrado sólo resuenan ecos distantes de la guerra, el conflicto desatado por el atentado de Sarajevo (el asesinato del archiduque Francisco Fernando) acaba por ensañarse con la ciudad.
“[…] Y el puente –comenta en medio de la novela el narrador- continuaba irguiéndose, como siempre, con su eterna juventud, la juventud de una concepción perfecta y de las grandes y estimables obras del hombre, que ignoran lo que sea envejecer y cambiar y que no comparten –al menos, ésa es la impresión que dan- el destino de las cosas efímeras de este bajo mundo”.
Lo lamentable es que los azares de la historia confirmen a veces –tal vez con demasiada frecuencia- la precariedad de impresiones como aquella. No obstante, habría que congratularse de que la misma veleidosa historia inspire obras de excelencia, como ésta que he comentado. Si hay gentes de talento en quienes aproveche la inspiración, mejor que mejor.
De ‘Un puente sobre el Drina’ hay ediciones recientes en castellano. Una económica, por DeBolsillo, Barcelona, 2003; 512 pp. La edición de fuste (posiblemente agotada): Editorial Debate, Barcelona, 1999; 406 pp.
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18 Respuestas a “UN PUENTE SOBRE EL DRINA - Ivo Andric”
Koenig Dice:
17 de Abril de 2008 a las 1:13 pm
Buenas tardes.
Un puente sobre el Drina. Que recuerdos. Lo leí hace milenios.
Bonita reseña.
Saludos.
marbenes Dice: 17 de Abril de 2008 a las 3:13 pm
Uau, qué nivelazo! Dejando aparte que, me repito, lo sé, es un placer leerte y que tus reseñas son tan completas que palian un poco la angustia de no dar más de sí leyendo libros porque resumes maravillosamente la esencia de las obras que has leído, ¡qué asco de sentimiento malo que es la envidia!
davide Dice:
17 de Abril de 2008 a las 3:18 pm
Estimado Rodrigo, en vista de los últimos libros reseñados por ud., tengo la sensación de tener un hermano gemelo del otro lado del charco.Nueva y “nuevamente” excelente reseña y obra. Valga la doblemente redundante redundancia.
tico Dice:
17 de Abril de 2008 a las 6:29 pm
Aparte de suscribir lo dicho por Marbenes, como pensamiento del libro,no hay cosa mas enriquecedora tanto para historiadores y simples fanaticos(entre los que me apunto), que poner a la palestra libros como este, porque no se centran en los protagonistas mundiales del hecho, sino en aquellos que justamente,que no lo fueron, y nos ponen a pie los que vivieron y lo que vivieron en sus respectivos paises, esas naciones o personas antes de, y despues de.Por decir poco..”otras realidades”, y bueno, en este caso Marbenes, la envidia es como dijo Cesar Vallejo“…Sacara lo mejor de nosotros , para obtenerlo”.Saludos
Rodrigo Dice:
18 de Abril de 2008 a las 2:37 pm
Muchas gracias por sus comentarios, queridos contertulios.
¿Gemelos, Davide? Je, después de someterme por años a la experiencia ‘Archivos X’, creo que nada es imposible. ;-)
Ariodante Dice:
18 de Abril de 2008 a las 7:22 pm
Muy buena reseña, como siempre, Rodrigo. Te estás haciendo un experto y mejorando el estilo cada vez. Hasta creo que me he animado a leerlo…como está publicado en Bolsillo, lo añadiré a mi lista.Enhorabuena!
Rodrigo Dice:
18 de Abril de 2008 a las 7:38 pm
Uy, Ario, qué generosa eres. Agradecido estoy.En cuanto al libro, te aseguro que no hay pérdida. Adelante con él.Saludotes.
Ariodante Dice:
19 de Abril de 2008 a las 12:02 am
¡Esta tarde mismo me lo he comprado! He ido a Crisol, que lo tengo al lado de casa, y lo he visto, en Bolsillo. Además me he comprado el Ravelstein de Saul Bellow…es vicio lo que tengo con los libros, ja ja ja…!
Rodrigo Dice:
19 de Abril de 2008 a las 1:08 am
Genial, Ario.‘Ravelstein’, buena novela. Elegante y sutil: muy Bellow.
JAPEGO Dice:
20 de Abril de 2008 a las 10:23 am
Otro libro de Andric aparte de ‘Crónica de Travnik’como ya citó Rodrigo es la novela La Señorita, cierra la triologia.
Rodrigo Dice:
20 de Abril de 2008 a las 3:19 pm
Cierto es, Japego. Ya lo mencionaba Javier en su reseña de ‘Crónica de Travnik’.
‘La señorita’ me pareció algo inferior a las otras dos novelas de esta trilogía. Además, su inclusión en la misma me parece algo forzada. Es de contenido de tipo intimista, una especie de estudio sicológico. De todas formas, no se pierde nada con leerla.
Saludos.
Ariodante Dice:
20 de Abril de 2008 a las 7:45 pm
Finalmente he empezado esta mañana a leerlo, en el tren: y os aseguro, el primer capítulo es redondo: absolutamente perfecto.Ya adelanta lo que va a ser el libro, y ya me estoy relamiendo de lo que viene después…Menudo viajecito de vuelta más fenomenal me espera…!
Rodrigo Dice:
21 de Abril de 2008 a las 3:45 am
Ario, deberíamos cobrar comisión por la publicidad que le hacemos a la novela.
Javi_LR Dice: 26 de Abril de 2008 a las 10:17 pm
Rodrigo, me compré el otro día el libro. Ya te comentaré, pero lo que he leído de momento me parece buenísimo. Coincido con Ariodante en todo lo que dice.
Rodrigo Dice:
27 de Abril de 2008 a las 5:20 pm
Excelente, Javi, excelente. Reconfortante coincidencia.
Ya me dirán ambos -espero- si, a su juicio, el libro acaba tan bien como empieza.
Saludos.
Matias Dice:
4 de Junio de 2008 a las 1:11 pm
Yo me acabo de terminar el libro y me ha parecido una obra de arte. Ahora tengo que hacer un trabajo, un comentario histórico, y creo que Andric me lo ha puesto muy fácil. Más que contarnos cuentos, moralejas y dramas , en mi opinión, nos trasmite hitoria y sabiaduría. Además, un libro que te enseña la importancia de esas cosas que ves todos los días pero que uno nunca se para a mirarlas pero cuando desaparecen no paras de pensar en ellas.
juanrio Dice:
4 de Junio de 2008 a las 1:30 pm
Acabo de darme cuenta de que olvide felicitarte por esta reseña. Es un libro que me gusto mucho en su día, explicaba muy bien cual era el origen del conflicto de los Balcanes, un lugar por el que paso toooodo el mundo. Como anecdota diré que lo leí por una recomendación que hizo el presidente Felipe González en una entrevista en El País durante la guerra en Yugoslavia. Ahora parece que han pasado 50 años pero fue antes de ayer y al lado de casa….
Rodrigo Dice:
5 de Junio de 2008 a las 7:35 pm
Pues, muchas gracias, Juanrio.Curiosa anécdota. Recuerdo que en los días del conflicto en Yugoslavia se mencionó bastante la obra de Andric, recomendada justamente como una forma de entender lo que ahí pasaba.
Comparto tu juicio sobre la novela, Matías.
Saludos.

LA NODRIZA DE ECA DE QUEIROZ

La nodriza

Había una vez un rey joven y valiente, señor de un reino abundante en ciudades y campos de labranza, que partió a pelear a tierras lejanas, dejando tras de sí una reina que lo lloraba amargamente y un hijo que, desde su cuna, lo lloraba amargamente también.La noche lo vio marcharse llevado por sus sueños de conquista y de fama. Pero no lo vio regresar. Cuatro semanas después uno de sus hombres de confianza apareció trayendo la noticia de una batalla perdida y de la muerte del rey, atravesado por siete lanzas a orillas de un gran río.La reina lo lloró durante noches enteras. Pero su llanto, claro está, no le hizo olvidarse de las cosas prácticas de la vida, como por ejemplo, que el rey tenía un hermano, que este hermano era codicioso, y que lucharía con uñas y dientes para arrebatarle el reino.Y así fue, en efecto. Tan pronto como el hermano supo de la muerte del rey formó un ejército numeroso en las montañas, donde vivía, y se dirigió a la ciudad real para sitiarla y ponerla a sus pies.Cuando la reina supo que su cuñado venía a quitarle el trono para ocuparlo él, mandó asegurar las puertas de la ciudad con fuertes cadenas. Pero los mejores hombres habían partido con el rey y habían muerto en la batalla al lado de su señor. Y ahora, dime, ¿qué podría hacer la reina con un ejército de mujeres y niños, de ancianos y enfermos, de lisiados y tuertos? Tanta era su desesperación al oír a lo lejos los cascos de los caballos enemigos, que lo único que se sentía con fuerzas de hacer era ir a la cuna del niño y bañarle con sus lágrimas las mejillas.Una esclava fiel trataba de consolarla diciéndole que no debía temer nada, que ya vería cómo las cosas se arreglarían, etcétera. Por supuesto que la esclava no creía ni ella misma lo que decía, pero aparte de propinar los consejos que ya escuchamos, hizo también algo más: con un solo enérgico movimiento tomó a su hijo, que era de la misma edad que el príncipe heredero, y lo puso en la cuna real, mientras quitaba a éste y lo colocaba en la cuna de su hijo.Me preguntarás por qué hizo esto la esclava, ¿no es verdad? Es claro: para que si el hermano del rey entraba a los aposentos reales e intentaba matar al príncipe heredero, a quien mataría sería a un esclavo.Todo sucedió como la nodriza había sospechado. Bruscamente un hombre enorme, de cara encendida, con la capa negra sobre la cota de malla, surgió de la puerta de la estancia. Miró, corrió a la cuna de marfil donde los brocados resplandecían, arrebató al niño como si cogiese una bolsa de oro y, ahogando sus gritos con su capa, salió furiosamente. La reina, que desde el fondo del salón había seguido todos y cada uno de los movimientos de aquel gigante vestido de negro --que no era otro que su perverso cuñado--, no pudo sofocar un grito de terror y casi se desmaya al ver cómo, a grandes zancadas, se llevaban a su hijo acaso para matarlo.Cuando el raptor desapareció en la negrura de la noche la esclava se acercó a su ama, y le pasó cariñosamente el dorso de su mano por sus mejillas encendidas, y le alisó los cabellos una y otra vez, y por último, le dijo:--"No te preocupes, señora mía. El príncipe heredero está a salvo. Cuando sospeché lo que harían con él puse en su lugar a mi hijo. De modo que ve a la cuna de mimbres, propia de los esclavos, y besa al hijo de tus entrañas".Pero la reina seguía llorando. Nada lograba consolarla. Y cuanto más hablaba la esclava, más violentamente lloraba su señora. ¿Y sabes por qué? Porque como la reina ya había sospechado que matarían a su hijo (ya te he dicho que las mujeres tienen grandes intuiciones), queriendo protegerlo, sin que la nodriza se diera cuenta, lo había cambiado de cuna. "Que maten a éste", dijo. De modo que el niño que se había llevado el raptor era realmente el príncipe heredero. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.--"No, no, así no es el cuento --me dijo mi sobrina arrebujándose en las sábanas--. Anoche me lo leyó mi papá en un libro y no terminaba así. En el cuento que me leyó mi papá no se llevaban al príncipe heredero".--"Ya lo sé que no. Pero, vanidad aparte, así el cuento es mucho más interesante. La reina, si no hubiera sido tan... tan...".--"Tan gandalla", completó mi sobrina.--"Sí, tan gandalla, como dices, hubiera visto a su hijo sano y salvo. Además, ¿por qué no confió en la bondad de su esclava? ¡Pobre reina! Jamás se imaginó que su sierva hubiera podido ser capaz de un gesto semejante. Y esta desconfianza, como puedes ver, la pagó muy cara. En este mundo confiar en la generosidad de los demás es algo sumamente necesario...".--"Sí --dijo mi sobrina--, hubo allí un serio problema de comunicación. Si se hubieran puesto de acuerdo en lo que pensaban hacer...".--"No precisamente de comunicación. ¡Cómo se ve que perteneces a la era de Internet! Más que de comunicación, lo que hubo fue una falla de confianza que pronto se revirtió contra la culpable. Porque has de saber que estas fallas siempre se revierten".--"Sí", dijo mi sobrina.Y ya no dijo más porque se quedó dormida. Y yo salí de su cuarto más que satisfecho por haberle enmendado la plana nada menos que a Eça de Queiroz.





















ECA DE QUEIROZ


Biografía

Con 16 años inició sus estudios de derecho en Coimbra, donde trabó amistad con Antero de Quental. Sus primeros trabajos, publicados en la revista «Gaceta de Portugal», fueron reunidos posteriormente bajo el título de Prosas Bárbaras. En 1869 y 1870, Queirós viajó a Egipto y presenció la construcción del Canal de Suez, lo que sirvió de inspiración en varios de sus trabajos; los más notables El misterio de la carretera de Sintra, de 1870, y La reliquia, sólo publicado en 1887. En 1871 participó en las llamadas Conferencias del Casino.
Fue nombrado administrador municipal en
Leiria. Allí escribió su primera novela realista sobre la vida portuguesa, El crimen del Padre Amaro, publicada en 1875. Aparentemente, Eça de Queirós vivió los años más productivos de su vida en Inglaterra, como cónsul de Portugal en Newcastle y en Bristol. Entonces, escribió algunos de sus trabajos más importantes, incluyendo La tragedia de la calle de las Flores, y La capital escrita en una prosa hábil, llena de realismo.
Sus obras más conocidas, Los Maia y El Mandarín también fueron escritas en Inglaterra. Su último libro fue La ilustre casa de Ramires, sobre un
hidalgo del siglo XIX con problemas para reconciliarse con la grandeza de su linaje. Es una novela imaginativa, entremezclada con capítulos de una aventura de venganza bárbara ambientada en el siglo XII, escrita por Gonçalo Mendes Ramires, el protagonista. Se trata de una novela titulada La torre de D. Ramires, en la que antepasados de Gonçalo son retratados como torres de honra sanguínea, que contrastan con la laxitud moral del joven.
José Maria Eça de Queiroz murió en
1900 en París.